Aparte de todo lo relacionado con el escribir
sobre cine, otra parte importante de mi vida profesional y, por qué no, también
personal la ha ocupado el Derecho. Soy licenciado por la Universidad de
Barcelona (UB), y he ejercido como abogado durante más de una década. De la
mezcla de esas dos inquietudes nace la idea de un blog, hecho con la única
pretensión de comentar películas abordándolas exclusivamente desde el punto de
vista de lo que a mí me sugieren en el terreno de lo jurídico (algo, por lo
demás, nada original, pues me consta que hay otras páginas en la Internet que
abordan la misma temática), pues para hacerlo desde perspectivas fílmicas ya
existe El Cine según TFV (http://elcineseguntfv.blogspot.com.es/) y lo que escribo
para otros medios. Puede darse el caso de que comente films
cinematográficamente malos, pero “jurídicamente” interesantes o al revés, pero
en cualquier caso mi intención no es otra que separar ambas disciplinas y divertirme
con ello, pues El Cine de Atticus Finch
no es para mí nada más que un hobbie
sin más pretensiones ni trascendencia. Ni que decir tiene, como sabrán de sobras
quienes conozcan la para mí extraordinaria novela de Harper Lee Matar un ruiseñor la no menos espléndida
adaptación cinematográfica homónima que realizó Robert Mulligan en 1962, que el
personaje del abogado Atticus Finch, interpretado en esta última por Gregory
Peck, es un icono de justicia, rectitud, honestidad y dignidad que representa
por sí solo lo mejor de la, por lo general, popularmente denostada figura del
“picapleitos”, y que me viene de perlas para simbolizar lo mejor de la unión entre
cine y Derecho. Como parto de la convicción de que cualquier película tiene, en
un momento dado, connotaciones jurídicas de diversa índole, estreno este nuevo
blog con el comentario “jurídico” de un film sobre el que ya escribí en su
momento y que, aunque no lo parezca a simple vista, no está exento de esas
implicaciones cercanas al mundo del Derecho: Star Wars: El despertar de la Fuerza (Star Wars: The Force Awakens,
2015, J.J. Abrams). No descarto, por descontado, que mis elucubraciones al
respecto puedan estar total y completamente equivocadas. Pero jamás he
pretendido que nadie comulgue con piedras de molino. Leer o no leer lo que
escribo es, asimismo, un ejercicio de libertad: un ejercicio de pleno derecho.
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